Milei, Musk y el resentimiento de los poderosos: El nuevo capítulo de la ultraderecha global

Milei, Musk y el resentimiento de los poderosos: El nuevo capítulo de la ultraderecha global

Desde Davos hasta las redes sociales, las figuras más influyentes de la ultraderecha exhiben un cóctel de discursos de odio, actitudes controversiales y un extraño afán por ser aceptados en su propia manada. Entre el «antimarxismo cultural» y el culto al macho alfa, las contradicciones de un liderazgo que combina poder con inseguridad.

Hasta Mirtha Legrand recapacitó: la mesa que marcó un punto de inflexión
En una sociedad donde cada vez más voces claman por diversidad y respeto, hasta figuras icónicas como Mirtha Legrand han tenido que repensar sus palabras y gestos del pasado. La reflexión llegó tras un episodio polémico que involucró al diseñador Roberto Piazza, recordándonos que incluso los emblemas del establishment pueden encontrar lugar para el cambio.

Sin embargo, no todos transitan este camino de transformación. En el otro extremo del espectro, se posicionan líderes y multimillonarios que, lejos de cuestionar sus privilegios o discursos, parecen estar redoblando sus apuestas. Y entre ellos, Javier Milei no solo destaca, sino que se alinea con una agenda global que se define por el rechazo a lo que llaman «marxismo cultural».

Milei y el «virus despertó» en Davos: discursos peligrosos en foros equivocados
El Foro Económico Mundial de Davos, conocido por ser el epicentro de debates sobre negocios y finanzas, presenció por segundo año consecutivo el “numerito” de Milei. En lugar de centrarse en la economía o en propuestas concretas para el país, el presidente argentino eligió su cruzada personal contra el «virus despertó», una expresión que no figuraba en la agenda oficial pero que monopoliza sus preocupaciones.

Mientras los grandes banqueros y líderes políticos discutían el futuro financiero global, Milei utilizó su espacio para atacar lo que él denomina “ideología de género”. Este discurso, más que libertario, se asemeja al de las ultraderechas que buscan justificar la discriminación bajo la apariencia de un orden natural.

El problema no es solo el contenido, que incita al odio y contradice las normativas internacionales, sino también el contexto. Davos es, históricamente, un espacio para la búsqueda de soluciones colectivas, no para la propagación de ideologías divisivas. Sin embargo, el presidente argentino, en su afán de alinearse con figuras como Donald Trump, utilizó el escenario global como una plataforma personal.

El malestar detrás del poder: multimillonarios inseguros y discursos rancios
El caso de Milei no está aislado. Multimillonarios como Elon Musk y Mark Zuckerberg también se han convertido en símbolos de este malestar que atraviesa a la derecha global. Musk, por ejemplo, rompió lazos con su hija transgénero, mientras Zuckerberg dio un giro radical en sus políticas, abandonando el discurso prodiversidad para abogar por un supuesto “renacimiento de la masculinidad agresiva”.

Estos hombres, que lo tienen todo, parecen no haber superado el cuestionamiento de sus privilegios. Como señala la escritora Rebecca Shaw, existe una “tristeza visceral” en estos personajes, un resentimiento que los impulsa a intentar recuperar un lugar de pertenencia perdida.

¿Liderazgo o desesperación? El “cringe” en la política de Milei
En el caso del presidente argentino, esta inseguridad se traduce en gestos exagerados y, muchas veces, patéticos. Desde posar con retratos propios hasta regalar esculturas de sí mismo, cada acción parece diseñada más para llamar la atención que para liderar un proyecto serio.

Sus redes sociales, plagadas de contenido que rosa lo adolescente, refuerzan esta percepción. Detrás de la máscara de “El León” hay un hombre que parece estar luchando por validar su posición, más preocupado por impresionar a su círculo íntimo que por gobernar para todos.

Conclusión: el resentimiento como motor de la ultraderecha
El auge de figuras como Milei, Musk y Trump pone en evidencia una combinación peligrosa: el poder económico y político al servicio de una agenda basada en el resentimiento y el rechazo a la diversidad. En lugar de aprovechar su posición para construir, parecen más interesados ​​en destruir lo que consideran una amenaza a su forma de entender el mundo.

El resultado es un liderazgo que, aunque poderoso, carece de carisma y de la empatía necesarias para conectarse con la sociedad en su conjunto. Y mientras intentan ser aceptados en su “manada”, dejan un rastro de discursos de odio, políticas regresivas y una sensación de que, más allá de su riqueza, hay algo que nunca podrán comprar: el respeto genuino.

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