José Bonacci, antiguo armador político del diputado, rompió su silencio para relatar una trama de presunta desprolijidad financiera, aportes privados no declarados y conexiones con el narcotráfico, mientras pinta un panorama de desesperación por fondos y una alarmante falta de escrúpulos en el entorno del líder libertario.
El exconcejal rosarino y dirigente de UNITE, José Bonacci, rompió un prolongado silencio con declaraciones estremecedoras. Su intervención, marcada por un palpable tono de frustración, se produjo al ser interrogado sobre los supuestos nexos que unen al actual diputado y cabecilla de La Libertad Avanza, José Luis Espert, con el narcotraficante conocido como “Fredy” Machado, vínculos que se habrían forjado precisamente durante la contienda electoral de 2019, de la cual Bonacci fue su estratega político.
Con firmeza, Bonacci se desligó por completo de cualquier relación con Machado. Aseguró que para la época en que, según la investigación del periodista Hernán Lacunza, se habría producido una transferencia de doscientos mil dólares y una reunión entre el economista y el narcotraficante, él aún no formaba parte del círculo íntimo de la campaña. Según su relato, su incorporación fue un movimiento de último momento, días antes del cierre de listas, con el único objetivo de “salvar” a Espert de una proscripción inminente, al proveerle una herramienta electoral que le permitiera competir en las PASO.
El dirigente explicó que su responsabilidad se circunscribió estrictamente a la esfera de los recursos públicos. “Nuestra tarea se limitó a la presentación de candidaturas y a la logística de las boletas electorales, para lo cual se utilizan los fondos que legalmente prevé el Estado”, detalló, marcando una clara línea divisoria. Enfatizó que su partido no manejó, ni recibió, contribuciones de origen privado.
Fue contundente al señalar a un tercero como el responsable de toda la operatoria financiera irregular: Nazareno Etchepare. “Si existieron aportes privados, y en cierta forma me consta que así fue, corrían por cuenta y orden de Etchepare. Él fue quien introdujo al aportante de campaña”, afirmó sin ambages, acusándolo directamente de ser el “gestor de esa reunión con Machado”. Bonacci denunció que estos fondos, de existir, operaron al margen de la ley, ya que no figuran en las declaraciones juradas correspondientes. “Este avión de Machado que se utilizó, el famoso avión, nunca me dijeron que lo estaban usando. No podíamos hacerlo figurar como un aporte cuando tal cosa no existía para nosotros. Hubo muchos grados de desprolijidad en ese momento”, lamentó.
El exconcejal amplió la acusación, indicando que, si bien existía la obligación legal de declarar los gastos de promoción personal fuera de la estructura partidaria, Espert y su equipo no lo hicieron. “Fueron, y son, muy desprolijos”, sentenció.
Según el análisis de Bonacci, la raíz de este comportamiento fue una lógica de rentabilidad y una profunda desesperación por obtener dinero. “Percibimos cierto grado de desesperación por los aportes de campaña. Estaban desesperados por ver una moneda”, reveló. Esta percepción los llevó a su partido a autoexcluirse deliberadamente del manejo de fondos privados para no verse contaminados por las prácticas que, a su juicio, son comunes en algunos sectores liberales. “Hay mucha imprevisión respecto a con quién se sientan a tomar café y de dónde vienen la moneda que usan para campaña”, advirtió.
Para concluir su explosivo testimonio, Bonacci esbozó una crítica demoledora hacia la cultura política que observó. Relató que vio en figuras como Leonardo Spagnuolo, otro nombre ligado al caso, una ansiedad desmedida por obtener beneficios económicos. “El tipo estaba desesperado por hacer una moneda, lo decía. Quería una moneda, no importaba cómo ni de qué manera”, afirmó. Concluyó con una reflexión amarga: “Así como cuando no hay pasión se termina monetizando la acción, cuando no son cuadros políticos o no son militantes, se hace política con el fin de hacer una moneda. Es un cuadro que veo mucho en los militantes liberales”. Sus palabras no solo describen un pasado turbulento, sino que proyectan una sombra alargada sobre las prácticas que, según él, aún persisten.