En una sola jornada de alta tensión financiera, el organismo desembolsó casi un quinto de los dólares obtenidos mediante la eliminación transitoria de derechos de exportación. La medida, que ya había impactado en la recaudación, no logró contener la fuga de capitales ni la desconfianza en la estabilidad cambiaria.
El Tesoro Nacional realizó una venta masiva de divisas en medio de la turbulencia financiera de este miércoles, desprendiéndose de entre 400 y 450 millones de dólares en un solo día. Esta fuerte erogación representa aproximadamente un veinte por ciento del total de divisas que había logrado acumular tras la polémica eliminación temporal de las retenciones a las exportaciones agropecuarias la semana anterior.
Dicha disposición, que suspendió por escasos días los derechos de exportación, permitió a las cerealeras colocar en el mercado cerca de 7.000 millones de dólares en granos, principalmente soja. No obstante, el beneficio fiscal tuvo un costo recaudatorio inmediato y severo. Según lo anticipado por la Asociación de Recuperación del Cumplimiento Aduanero (ARCA), la recaudación tributaria de septiembre se desplomó, registrando una caída real superior al veinte por ciento en concepto de derechos de exportación.
La estrategia gubernamental aspiraba a que el Estado capturara una porción significativa de los dólares liquidados por el sector agroexportador. Sin embargo, las expectativas se vieron frustradas. Diversas consultoras especializadas estiman que, lejos de alcanzar los 6.300 millones de dólares que representaban el mínimo obligatorio a liquidar, el ingreso efectivo fue considerablemente menor, oscilando entre los 4.900 y los 5.700 millones. Peor aún, de esa suma, el Tesoro sólo pudo adquirir poco más de 2.200 millones.
Este dato revela un panorama desolador para la administración de Javier Milei. Por un lado, evidencia que las empresas cerealeras prefirieron retener una parte mayor de sus divisas, apostando a una fuerte devaluación tras las elecciones, incluso asumiendo el futuro pago de retenciones. Por otro lado, confirma la fuga de capitales hacia el sector privado, que continúa comprando dólares ante la profunda desconfianza en la sostenibilidad del programa económico, un escepticismo que ni el anuncio de un posible salvataje estadounidense ni la próxima visita del Presidente a Washington lograron disipar.
La jornada de este miércoles fue testigo de una venta intensa de bonos en dólares, que cayeron hasta un 2,2%, alimentando el fantasma de un default. En este contexto, y con el tipo de cambio oficial ubicado por debajo del límite superior de la banda de flotación, el Banco Central se encuentra impedido de intervenir sin violar su acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Esta traba obliga al Tesoro a ser el único actor capaz de contener la presión sobre el peso, una función que aceptó el organismo crediticio internacional de mala gana.
La intervención discreta del Tesoro, que prefiere evitar una acción explícita del BCRA por temor a avivar la inflación y la desconfianza, demostró tener un costo exorbitante. El gasto de hasta 450 millones de dólares en un solo día, sumado al costo fiscal inicial de la medida de retenciones cero –calculado en unos 1.500 millones de dólares–, no hace más que profundizar el déficit. Siguiendo la propia regla de austeridad del Gobierno, este gasto extra inevitablemente se traducirá en un ajuste aún más severo para la ciudadanía.
De este modo, lo que se presentó como una jugada para fortalecer las reservas se transformó en un círculo vicioso: una medida de alto costo recaudatorio que no logró retener los dólares que ingresaron y que, para defender la estabilidad cambiaria, obliga a malgastar en un día lo que costó días reunir, en un escenario de creciente incertidumbre política y económica.