El Tesoro inyectó masivos 400 millones de dólares para contener el tipo de cambio, que ronda los 1430 pesos. La estrategia de defensa artificial de la moneda evidencia la extrema fragilidad del esquema y genera alarma sobre la capacidad de honrar la deuda. Mientras tanto, la gestión de Caputo busca un salvavidas financiero en Washington.
El dólar agudiza la crisis y fuerza una defensa insostenible de las reservas
El mercado cambiario inició la semana con una marcada tensión, obligando al equipo económico a realizar una nueva y cuantiosa intervención. Ante la imparable presión compradora que acercó al tipo de cambio mayorista a la barrera de los 1430 pesos, el Tesoro Nacional salió al ruedo para defender la cotización, inyectando un volumen de 400 millones de dólares. Esta maniobra tiene como objetivo explícito mantener la paridad por debajo del límite superior de la banda cambiaria, en un contexto político de máxima sensibilidad, a escasas semanas de los comicios legislativos.
Esta reciente erogación se enmarca dentro de una estrategia que ya ha demostrado un costo exorbitante para las arcas públicas. En un lapso de apenas cuatro jornadas, el Palacio de Hacienda se ha desprendido de aproximadamente 1350 millones de dólares. Este drenaje acelerado de divisas no pasa desapercibido y siembra serias dudas entre los inversores respecto de la solvencia futura del Estado para cumplir con sus obligaciones en moneda extranjera, en caso de persistir este ritmo de fuga.
Analistas del sector financiero coinciden en que la administración actual está ejecutando una política de tiempo, con la mira puesta en superar el desafío electoral. “La percepción generalizada es que el Gobierno está utilizando todas sus herramientas para resistir hasta después de los comicios. Vende reservas líquidas, actúa en el mercado de futuros y sostiene los instrumentos dollar-linked. No obstante, si la hemorragia de dólares no cesa, el escenario se tornará inviable”, explicaron fuentes calificadas del centro financiero.
La única esperanza visible para el oficialismo parece residir en el extranjero. En busca de un respiro, el ministro de Economía, Luis Caputo, mantuvo un encuentro este lunes con el secretario del Tesoro norteamericano, Scott Bessent. Pese al carácter positivo que se le intentó imprimir al evento, la reunión no arrojó anuncios concretos sobre un posible auxilio financiero para la Argentina. Bessent utilizó sus redes sociales para compartir una fotografía junto a Caputo, acompañada de un mensaje genérico sobre la continuidad de las “productivas discusiones” y el apoyo a las políticas locales, lo que no hizo más que alimentar la incertidumbre.
Los agentes del mercado observan con lupa cualquier avance en las negociaciones con Estados Unidos, ya que se anhela la concreción de un salvataje que permita inyectar liquidez y evitar una maxidevaluación. Sin embargo, la paciencia de los inversores se agota; ya no bastan las declaraciones de intención y exigen precisiones tangibles. “Aunque el respaldo político desde Washington es firme, la plaza demanda transparencia. No alcanza con una imagen cordial o un tweet. Sin detalles concretos sobre el monto, el mecanismo y las condicionalidades del eventual desembolso, la presión sobre el peso no cederá”, advirtieron desde importantes firmas bursátiles.
Más allá del resultado de las tratativas internacionales, existe un consenso creciente entre los actores económicos: tras las elecciones, el gobierno se verá forzado a desmontar el actual régimen de bandas cambiarias, allanando el camino para una significativa depreciación del peso. En los círculos financieros se especula con la posibilidad de eliminar los topes de intervención y permitir una flotación más flexible, aunque controlada, de la moneda. Se presume que cualquier acuerdo con el Tesoro americano o el Fondo Monetario Internacional incluirá la exigencia de que el Banco Central recompose sus reservas netas mediante adquisiciones, una medida que implica aceptar, de facto, un salto abrupto en la cotización del dólar.
Esta expectativa de un ajuste cambiario postelectoral ya encuentra su eco en el mercado de futuros, donde los contratos para diciembre proyectan un tipo de cambio de 1590 pesos, y para febrero de 2026, uno de 1663. La señal es inequívoca: la City prevé una aceleración en la tasa de devaluación una que se disipen las incertidumbres políticas.
En el frente de los activos financieros, los bonos soberanos en dólares registraron alzas moderadas impulsadas por el encuentro de Caputo en Estados Unidos, aunque los movimientos se atribuyen a un clima de especulación. Los papeles Globales con vencimiento en 2041, 2038 y 2035 lideraron las ganancias. Por su parte, los ADRs argentinos en Wall Street tuvieron un cierre dispar. En la plaza local, el índice S&P Merval se mantuvo estable en términos nominales, pero logró una leve ganancia medida en moneda estadounidense. Mientras tanto, el riesgo país se situó en 1080 puntos básicos, aunque este dato carece de la precisión habitual debido a la exclusión de la Argentina del principal indicador de bonos emergentes, lo que deja al mercado sin un termómetro confiable en tiempo real del apetito por la deuda nacional.