El Presidente, en un insólito espectáculo en el Movistar Arena, demostró una vez más su profundo extravío al apropiarse de himnos del rock nacional, ignorando por completo su espíritu de resistencia. La escena, más que un show, fue el retrato de una impostura que hiela la sangre.
El término de moda es “cringe”, pero la expresión que verdaderamente se ajusta a la realidad es una más antigua y contundente: vergüenza ajena. El penoso espectáculo ofrecido en el Movistar Arena podría suscitar risas si no fuera porque su protagonista principal es la misma persona que hunde en la miseria a la nación. Sin embargo, lo que el primer mandatario Javier Milei puso en escena fue, una vez más, la prueba irrefutable de su absoluta desconexión con el mundo real.
Al igual que un intento pretérito de Aldo Rico por apropiarse de Los Fabulosos Cadillacs, el actual Presidente demuestra una incomprensión total del sentido original de las canciones que elige para su repertorio. Es evidente que nunca captó, y difícilmente le interese, las profundas convicciones que transmiten La Renga, no solamente a través de «Panic Show». Menos aún puede descifrar el poderoso mensaje de rebeldía y libertad que Charly García sintetizó en su clásico «Demoliendo hoteles».
Resulta sencillo imaginar el estupor y la indignación que recorre al pueblo rockero, forjado durante décadas de resistencia lírica y musical frente a los mismos horrores que hoy simboliza esta administración gubernamental. Ante esta falta de respeto a la historia cultural, la reacción inmediata es de una furia comprensible. No obstante, es crucial no morder el anzuelo de la provocación.
La escena debe observarse como lo que es: una pésima imitación de los sketches de Capusotto o de las payasadas de Olmedo, una mueca grotesca en el escenario. Cualquier persona puede enfundarse una remera de un grupo musical y pretender pertenecer a una tribu. Pero en una cultura con un radar tan afinado para detectar falsedades, el disfraz termina por caer. Seguirá siendo, a fin de cuentas, un individuo pretendiendo ser un rebelde, una caricatura patética comparable a un meme del Sr. Burns con gorrito de lana.
Es imperativo, por todos los medios posibles, evitar que el maestro Charly García experimente el amargo sabor de presenciar cómo una de sus canciones emblemáticas es desvirtuada de semejante manera. Mientras tanto, no queda otra que resistir con firmeza, trabajar incansablemente y esperar a que estos tiempos de ignominia y sonrojo colectivo pasen. Días en los que un recinto colmado de aplaudidores, tan alejados de la realidad como su ídolo, celebra con fervor otro despropósito de quienes carecen por completo de ritmo y autenticidad.