La Sombra del Poder: Cómo una Red de Financistas Amigos del Gobierno Define el Futuro Económico Argentino

La Sombra del Poder: Cómo una Red de Financistas Amigos del Gobierno Define el Futuro Económico Argentino

Robert Citrone, un inversor discreto de Wall Street, es el eslabón clave en el entramado que une a la Casa Rosada con Washington y los grandes fondos de inversión. Su amistad con Luis Caputo y su alianza con el asesor presidencial Scott Bessent revelan los hilos ocultos detrás del rescate estadounidense, un movimiento que favorece a especuladores internacionales mientras la población local enfrenta el costo.

En los pasillos donde se negoció el acuerdo entre Argentina y Estados Unidos, el nombre de Robert Citrone resuena con fuerza, aunque su figura permanezca lejos de los reflectores públicos. Amigo personal del ministro de Economía, Luis Caputo, y antiguo colega del asesor clave de la Presidencia, Scott Bessent, el fundador de Discovery Capital Management se erige como un actor central en la trama de conexiones financieras que envuelve a la actual administración. El fondo que dirige maneja un patrimonio de veinte mil millones de dólares y, de acuerdo con publicaciones especializadas, obtiene ganancias diarias cercanas a los dos millones de dólares mediante operaciones especulativas en el mercado argentino.

Desde su sede en Connecticut, Citrone ha mantenido durante años un diálogo fluido con los integrantes de un triángulo de influencia que conecta a Buenos Aires, Washington y Wall Street. Esa relación, forjada en décadas de operaciones conjuntas, hoy incide directamente sobre las determinaciones que moldean la política económica nacional. Detrás del extraordinario salvataje norteamericano al Gobierno de Javier Milei se esconde una realidad incómoda: un auxilio diseñado para beneficiar a quienes apuestan sobre el país, siempre y cuando el Ejecutivo les asegure utilidades millonarias, aun a expensas del bienestar social. Se trata de un circuito de influencias que les otorga acceso a datos privilegiados y les garantiza una rentabilidad sin riesgos.

Los lazos entre estos actores se remontan a tres décadas atrás, cuando Citrone y Bessent coincidieron en el fondo Quantum, la legendaria usina de inversiones de George Soros. Allí también compartieron espacio con Stanley Druckenmiller, otro operador que años más tarde se countaría entre los favorecidos por el rescate argentino. Esos años marcaron el nacimiento de una generación de financistas que aprendió a capitalizar las crisis internacionales. Cuando Soros realizó su famosa apuesta contra la libra esterlina en 1992, obteniendo ganancias históricas, varios de sus discípulos —entre ellos Bessent y Citrone— formaron parte de la maniobra. Con el tiempo, se especializaron en mercados emergentes y deuda soberana, dos campos que décadas después convergieron nuevamente en la Argentina.

Con los años, esa historia común se afianzó. Bessent, antiguo brazo derecho de Soros, se transformó en un personaje indispensable para el esquema económico de Milei, con entrada directa a los círculos de poder en Washington. Por su parte, Citrone creó Discovery Capital Management, un fondo global con especial atención en América Latina. Desde esa plataforma, cultivó vínculos con funcionarios y empresarios de la región, incluida la Argentina, que visitó en múltiples ocasiones. En enero del año pasado, afirmó que “la dolarización funcionaría muy bien” en el país, aunque “no es necesaria”, y resaltó la “oportunidad única” que representaba el programa económico del nuevo gobierno. En esa misma entrevista, reconoció su amistad con Caputo y Bessent, a quienes describió como “personas de enorme talento”.

La relación con Caputo es anterior a la llegada de Milei a la Casa Rosada. Ambos se conocieron en el ámbito de la banca de inversión, donde el ahora ministro construyó lazos perdurables con administradores de fondos extranjeros. Durante su paso por Deutsche Bank y JP Morgan, Caputo interactuó con muchos de los mismos actores que hoy resurgen como socios o aliados financieros. Con Citrone mantuvo encuentros privados y compartió estrategias vinculadas a la deuda argentina. Para los tres, el vínculo trasciende lo profesional: se trata de una red de confianza edificada a lo largo de décadas de negocios en común.

El resultado más visible de esa proximidad fue el acuerdo con Estados Unidos, impulsado por Bessent. Según reveló el New York Times, la operación benefició a fondos con fuertes posiciones en títulos argentinos y de otras economías emergentes, como BlackRock, Fidelity y Pimco, además de inversores individuales como Druckenmiller y el propio Citrone. Todos ellos registraron ganancias inmediatas tras el anuncio del rescate. BlackRock, el mayor gestor de inversiones del planeta, vio revalorizarse sus bonos argentinos; Fidelity y Pimco también capitalizaron la mejora en el precio de los activos de riesgo. Discovery Capital, el fondo de Citrone, mantenía posiciones en deuda local que se apreciaron notablemente gracias al cambio en las expectativas.

La prensa estadounidense destacó que detrás del acuerdo existe una red de relaciones forjada en las oficinas del Quantum Fund. Bessent, Druckenmiller y Citrone formaron parte de ese círculo exclusivo que en los años noventa moldeó el pensamiento financiero global. Desde entonces, se han movido con soltura entre gobiernos y fondos, combinando poder político y capital especulativo. La intervención de Bessent en las tratativas con el Tesoro norteamericano, respaldada por Caputo desde Buenos Aires, reactualizó esa fórmula de coordinación transatlántica entre intereses públicos y privados.

En Washington, legisladores demócratas solicitaron explicaciones sobre los términos del rescate, señalando el posible conflicto de interés entre Bessent y los inversores favorecidos. Sostuvieron que la asistencia, presentada como un apoyo a la Argentina, terminó operando como un alivio para grandes fondos con exposición en deuda emergente. Paralelamente, en los mercados se interpretó el acuerdo como una garantía de estabilidad cambiaria hasta las elecciones, lo que elevó el valor de los bonos y mejoró la posición patrimonial de los gestores involucrados. Entre ellos, Citrone figura como uno de los ganadores más directos.

En el ámbito local, la operación fue celebrada por el gobierno como una señal de respaldo internacional, aunque sin detallar sus condiciones. Para Caputo, la alianza con Bessent y el círculo de Soros asegura un flujo de divisas y una tregua cambiaria en pleno calendario electoral. Pero el trasfondo revela algo más profundo: el peso creciente de las decisiones adoptadas fuera del país, en mesas donde los intereses financieros trazan el rumbo económico. Detrás del discurso oficial sobre la confianza y las inversiones, se consolida una red de viejas amistades que hoy transforma su influencia en poder político concreto.

El caso de Citrone condensa ese fenómeno. Desde su rol de inversor global y amigo personal del ministro, encarna el puente entre la ortodoxia de Wall Street y el experimento libertario argentino. Su historia, entrelazada con la de Bessent y Caputo, ilustra cómo los lazos personales pueden traducirse en determinaciones de política económica. Lo que se exhibe como un gesto de apoyo o cooperación encubre, en realidad, una transferencia de beneficios hacia los mismos fondos que desde hace décadas obtienen réditos con la deuda argentina.

La concreción del acuerdo con Estados Unidos no solo confirmó la centralidad de Bessent y Caputo, sino también el papel de Citrone como articulador silencioso. Su presencia en el negocio, aunque discreta, devela la permanencia de un modelo que subordina la soberanía económica a las reglas del capital financiero. Como en los tiempos de Soros, el poder se concentra en un reducido grupo de operadores que dominan el arte de ganar en la incertidumbre. En esa historia, los amigos de Caputo vuelven a ser los grandes triunfadores.

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