Especialistas alertan que el canje de divisas con Washington, aunque calmó los mercados, compromete la soberanía económica y consolida una relación asimétrica que perjudica a la industria local y margina a China. La medida responde a intereses electorales y geopolíticos antes que a un proyecto nacional de desarrollo.
El reciente anuncio del secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, confirmando un intercambio de monedas por 20.000 millones de dólares, generó un inmediato efecto sedante en los mercados argentinos. Los bonos se fortalecieron, el tipo de cambio encontró cierta calma y el riesgo país se contrajo, luego de un prolongado período de extrema volatilidad y fuertes pérdidas. Sin embargo, detrás de esta aparente bonanza financiera se esconde una negociación cuyos detalles aún no se han revelado por completo y que, según analistas, podría hipotecar el futuro productivo del país en favor de una alianza estratégica con Estados Unidos.
La aparente ventaja transitoria encierra un trasfondo de profunda cesión de autonomía. Expertos consultados coinciden en que el acuerdo, impulsado por las necesidades políticas del presidente Javier Milei y por la estrategia global del mandatario Donald Trump de contener la influencia china en la región, podría derivar en una peligrosa subordinación de la economía nacional a los designios de una potencia extranjera. Esta dinámica, advierten, sacrifica el interés nacional a largo plazo en pos de un breve respiro financiero.
La esencia del problema radica en la competencia desigual entre ambas economías. Estados Unidos, con su inmenso poderío productivo y comercial, podría utilizar su injerencia en el manejo cambiario local para fijar un valor del dólar que, lejos de favorecer la competitividad argentina, perjudique a la industria y al empleo doméstico. Esta intervención externa profundizaría un sistema económico primarizado y aumentaría la desigualdad en la competencia, según señaló el economista Agustín Lodola.
Esta dependencia se vería agravada por la pérdida de margen de maniobra en la política comercial internacional. El país quedaría atado a una relación bilateral fuerte, en claro deterioro de otros acuerdos y con una autonomía severamente recortada para definir sus propias alianzas. La renuncia a la libertad para invertir en tecnología de otros orígenes, como podría ser la china en áreas estratégicas como el 5G o la energía nuclear, es otra de las concesiones que preocupan a los especialistas.
“Básicamente, les interesan nuestras riquezas naturales para procesarlas directamente y socavar la influencia de China en la región. En consecuencia, esta sumisión agravaría la primarización productiva y la desigualdad distributiva, generando un esquema mucho más excluyente socialmente”, advirtió el economista Mariano Kestelboim. Esta perspectiva es compartida por otros analistas, quienes subrayan que el verdadero objetivo de Washington no es el desarrollo argentino, sino la relocalización de sus propios empleos y la contención de Pekín.
El intercambio de monedas, además, tiende a reemplazar el existente con China, con lo cual el efecto neto positivo sobre las reservas internacionales del BCRA se reduce significativamente. Paralelamente, desde el Fondo Monetario Internacional se alienta al Gobierno a profundizar el ajuste fiscal, presentando como ejemplo a líderes de Europa del Este que implementaron recortes draconianos en salarios y pensiones y, pese a ello, lograron la reelección.
En definitiva, la operación de canje, más allá de su impacto positivo inmediato sobre la cotización de los activos, no resuelve los problemas estructurales de la economía. Por el contrario, consolida un modelo de valorización financiera que ahonda la recesión y compromete la soberanía nacional. La pregunta que flota en el aire, y que resume la inquietud de los especialistas, es qué precio exacto deberá pagar la Argentina a cambio de este salvavidas financiero: la restitución de retenciones, la cesión de bases estratégicas o la entrega de sus recursos naturales sin ningún tipo de contraprestación. El alivio de hoy podría ser la hipoteca del mañana.