El organismo crediticio revisó a la baja sus proyecciones de crecimiento, inflación, empleo y balanza de dólares para el país, en un claro reflejo de la compleja situación interna que atraviesa la administración de Javier Milei.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) presentó este martes un diagnóstico considerablemente más pesimista para la economía argentina durante el próximo año. El último informe de Perspectivas Económicas Mundiales del organismo pintó un cuadro menos alentador que el esbozado tan solo unos meses atrás, evidenciando un marcado deterioro en las expectativas sobre el desempeño nacional. Esta revisión negativa coincide con un período de fuertes tensiones y desafíos para la gestión del presidente Javier Milei, cuyo gobierno ha enfrentado un trimestre crítico.
La institución financiera internacional anticipa ahora un crecimiento del Producto Bruto Interno (PBI) del 4,5% para 2025, seguido de un 4% en 2026. Esta previsión representa un sustancial retroceso en el optimismo, si se la compara con la proyección del mes de julio, que visualizaba una expansión del 5,5% el año próximo. La abrupta reducción de un punto porcentual en apenas un trimestre subraya la velocidad con la que se han enfriado las perspectivas de crecimiento para la nación sudamericana.
El capítulo inflacionario no es más alentador. El Fondo ahora calcula que los precios minoristas cerrarán 2025 con un incremento interanual del 28%. Esta cifra duplica con creces el objetivo de inflación fijado por el Banco Central y supera en ocho puntos porcentuales la estimación que el propio FMI manejaba en abril, cuando auguraba un 20%. Este ajuste al alza revela un escepticismo profundo sobre la capacidad de contener la escalada de precios en el mediano plazo.
Uno de los aspectos más alarmantes de la nueva evaluación radica en el sector externo. El organismo prevé que la cuenta corriente, que mide el flujo de dólares por comercio e inversiones, registrará un déficit equivalente al 1,2% del PBI el próximo año. Este pronóstico es tres veces más negativo que el realizado hace seis meses, lo que anticipa una presión adicional sobre las ya escasas reservas internacionales y refleja un creciente desequilibrio entre las importaciones y exportaciones, en un contexto de tipo de cambio rezagado.
El panorama social también se ve empañado por esta revisión. Las proyecciones para el mercado laboral indican que la tasa de desempleo alcanzará el 7,5% en 2025, una cifra significativamente superior al 6,3% que se esperaba anteriormente. Este incremento en la desocupación prevista anticipa un mayor costo social como consecuencia del ajuste económico y la desaceleración de la actividad.
Este pesimismo externo no hace más que reflejar una realidad doméstica ya percibida por los analistas locales. La crisis política y económica del último trimestre ha tenido un impacto tangible, con una marcada ralentización que, según el Relevamiento de Expectativas del Mercado del Banco Central, se traduciría en una contracción de la economía durante el tercer trimestre del año en curso. Cabe destacar que gran parte del crecimiento estadístico esperado para 2025 responde a un «efecto arrastre» por la profunda caída registrada en el primer semestre de 2024, lo que significa que, en términos reales, la expansión podría ser mínima o incluso nula. La convergencia entre las sombrías previsiones internacionales y los datos locales confirma que la economía argentina se enfrenta a un horizonte complejo y lleno de obstáculos.