El ahora exjefe de Gabinete presentó su dimisión tras días de fuertes tensiones internas y choques de poder, en un movimiento que desnuda las pujas al interior del oficialismo y deja al descubierto la fragilidad del diálogo político apenas días después del triunfo electoral.
El ahora exjefe de Gabinete presentó su dimisión tras días de fuertes tensiones internas y choques de poder, en un movimiento que desnuda las pujas al interior del oficialismo y deja al descubierto la fragilidad del diálogo político apenas días después del triunfo electoral.
Buenos Aires.- Tras una jornada cargada de rumores, desmentidas y cruces soterrados en el corazón del poder, la salida de Guillermo Francos del cargo de jefe de Gabinete se concretó en la noche del viernes, marcando un punto de quiebre en un gobierno que atraviesa sus horas más críticas de interna. La renuncia, formalizada mediante un comunicado en la red social X, puso fin a una etapa y abrió un capítulo de incertidumbre en la estructura oficialista.
Curiosamente, en medio de un discurso oficial que pregona la renovación del diálogo político, el presidente Javier Milei pierde en su propia tropa a uno de los principales garantes de ese acercamiento, precisamente cuando más lo necesita. Molesto y con el respaldo de su círculo íntimo, Francos ejecutó una decisión que desde hacía más de setenta y dos horas circulaba como un secreto a voces en los pasillos de la Casa Rosada.
El parteaguas se produjo a las 21:11, cuando el hasta entonces funcionario publicó su carta de despedida dirigida al primer mandatario. En ella, Francos aludió a los “persistentes trascendidos sobre modificaciones en el Gabinete Nacional” como el detonante de su partida, argumentando que su salida permitiría al Presidente “afrontar sin condicionamientos la etapa de gobierno que se inicia”.
Solo cuatro minutos después, en una clara señal de coordinación, la Oficina de Presidencia emitió un comunicado oficial aceptando la dimisión y anunciando que, a partir del lunes, Manuel Adorni –hasta ahora secretario de Comunicación y vocero– ocupará la jefatura de Gabinete. Este nombramiento doble, donde Adorni mantendrá ambas funciones, refleja la urgencia por contener una fuga que se anticipaba inminente.
En un efecto dominó, la renuncia arrastró consigo la del ministro del Interior, Lisandro Catalán, aliado político de Francos, quien apenas había asumido su cargo hace un mes y medio. En su misiva, Catalán expresó su apoyo continuo al gobierno, aunque su partida no hace más que profundizar la sensación de vacío en las áreas claves del Ejecutivo.
El germen del conflicto
Los inconvenientes, según trascendió, estallaron hace varios días, alimentados por la tensión interna en torno a la conducción de la gestión y el diálogo con los gobernadores. La falta de autonomía de Francos y la injerencia creciente del asesor Santiago Caputo en esas negociaciones generaron un conflicto de liderazgo que Milei no logró contener.
No pasó desapercibido que, en su comunicado, Francos hiciera hincapié en su rol como facilitador del consenso, recordando que su primer y último acto como funcionario fueron reunir a los gobernadores con el Poder Ejecutivo. Ese guiño fue interpretado en ámbitos políticos como una crítica velada a la dirección que está tomando la administración.
La situación se agravó durante las últimas horas, cuando Francos fue excluido de una cena clave entre el Presidente y su predecesor, Mauricio Macri, un encuentro del cual había formado parte en oportunidades anteriores y en el que era visto como garante de un clima de distensión.
Una interna que estalló
Lejos de leerse como una mera renovación, la salida de Francos expone una pulseada de poder al interior del Gobierno. Mientras el Presidente había asegurado que los cambios en su gabinete serían graduales y meditados, la renuncia forzada desmiente esa versión y revela que la interna estaba más caliente de lo que se suponía.
En ese escenario, la figura de Santiago Caputo gana cada vez más relevancia. Según pudo confirmarse, su posible designación como “ministro de Gobierno” –una suerte de superministerio que absorbería Interior, Obras Públicas y Transporte– fue uno de los factores que aceleraron la crisis. Su creciente protagonismo, ejercido hasta ahora de manera informal, chocó de lleno con las competencias de Francos, en una pulseada que el Presidente no supo –o no pudo– resolver a tiempo.
Al cierre de esta edición, el futuro político de Francos permanece incierto, aunque fuentes de su entorno no descartan que pueda asumir una función diplomática. Mientras, desde la Rosada se trabaja contra reloj para rearmar un gabinete que, paradójicamente, se desgrana en medio de lo que debería ser su momento de mayor fortaleza.
