El expresidente manifestó su desacuerdo con el reemplazo de Guillermo Francos al frente de la Jefatura de Gabinete y advirtió sobre la falta de consenso para organizar la segunda etapa del Gobierno, señalando una profunda grieta en la alianza que sostiene al Ejecutivo.
Una palpable tensión recorre los pasillos del poder tras el encuentro privado que sostuvieron el presidente Javier Milei y el expresidente Mauricio Macri. El líder de Pro hizo públicas sus discrepancias a través de un contundente mensaje en la red social X, donde dejó clara su profunda decepción con el rumbo que está tomando la administración. El desencuentro, que se produjo durante una cena en la residencia presidencial de Olivos, expone una crítica divergencia de visiones sobre la conducción del Estado en un momento político crucial.
El convite, según relató Macri, fue un gesto de agradecimiento de Milei por el respaldo brindado durante la semana más compleja de su gestión, previa a los comicios legislativos. No obstante, lo que pudo ser un ámbito de construcción de acuerdos se transformó en el escenario de un desacuerdo fundamental. La conversación, centrada en los temas pendientes y la necesidad de fortalecer los equipos de trabajo para afrontar la nueva fase gubernamental, no logró converger en una estrategia común.
El punto de fricción más inmediato y simbólico fue el anuncio simultáneo de la salida de Guillermo Francos de la Jefatura de Gabinete y su reemplazo por el actual vocero presidencial, Manuel Adorni. Macri no ahorró críticas hacia esta decisión, calificándola de poco acertada. En su visión, la partida de un hombre con «capacidad y equilibrio», percibido por la ciudadanía como un referente de sensatez, para ser suplantado por una figura sin experiencia comparable, no constituye un buen augurio para la estabilidad del Gobierno.
El expresidente reveló que, durante el diálogo, incluso había propuesto una alternativa concreta para suceder a Francos: Horacio Marín, el actual presidente de YPF. Macri destacó el perfil técnico y la probada capacidad de conducción y coordinación de equipos de Marín, presentándolo como la persona idónea dentro del propio equipo oficialista para asumir esa responsabilidad crítica. Subrayó con firmeza que el jefe de Gabinete es una pieza esencial en el engranaje estatal, responsable de articular la labor de los equipos políticos y de gestión en función de una agenda y una estrategia unificadas.
A esta designación controvertida, Macri sumó otra preocupación de fondo: la persistente falta de resolución de las conocidas disputas internas del oficialismo. Estas pujas, afirmó, son elementos claves que definen la hoja de ruta del futuro del país y su continuidad genera incertidumbre. El líder de Pro expresó un lamento profundo por esta situación, argumentando que, luego del esfuerzo electoral y con un respaldo internacional sin precedentes –especialmente de Estados Unidos–, la Argentina se enfrenta a una oportunidad histórica que no puede ser desperdiciada por desinteligencias internas.
Concluyó su mensaje reafirmando que, si bien no solicita ni solicitará prebendas personales, se siente en la obligación de realizar su aporte y expresar sus inquietudes, movilizado por un interés superior que une a todos: el futuro de la nación. Esta pública manifestación de desacuerdo marca un antes y un después en la relación entre el expresidente y el actual mandatario, planteando un serio interrogante sobre la cohesión de la coalición que sustenta al Gobierno en su segunda etapa.
