La anunciada visita del enviado estadounidense Scott Bessent para consolidar el apoyo a La Libertad Avanza expone la contradicción central del Gobierno: mientras promete alinearse con EE.UU. para contener a China, la dependencia económica con el gigante asiático no hace más que profundizarse, generando un déficit comercial récord y poniendo en riesgo miles de millones en inversiones.
En un clima de euforia por el triunfo electoral de La Libertad Avanza, Scott Bessent, secretario del Tesoro de Estados Unidos, arribará al país en los próximos días para celebrar junto a Javier Milei lo que considera un avance conforme a los planes establecidos. Su llegada tiene como propósito central delinear la intervención republicana en la gestión libertaria, ratificar el salvataje financiero y promover el gran objetivo geopolítico de Donald Trump: expulsar a China de la Argentina. No obstante, esta directiva del magnate y la misión de sus colaboradores parecen más una expresión de deseos que un plan concreto en ejecución.
Desalojar la presencia china implicaría para la Argentina perder un socio comercial de enorme relevancia, con consecuencias directas sobre proyectos energéticos, infraestructura, asistencia financiera y trabajos de cooperación científica que representan miles de millones de dólares. “Milei está atrapado en una doble subordinación: política hacia Estados Unidos y económica hacia China”, resume Sabino Vaca Narvaja, exembajador argentino en China.
Mientras el Presidente aseguraba a Washington que limitaría la influencia de Beijing a cambio de apoyo económico, China se consolidaba como el principal socio comercial del país, un hecho sin precedentes en la historia bilateral. La combinación de la guerra arancelaria impulsada por Trump y la drástica reducción de retenciones aplicada por el ministro Luis Caputo generó que China sustituyera la soja norteamericana por la producción local. Como resultado, las compras del grano se triplicaron, escalando de 4 a 12 millones de toneladas, y el intercambio comercial superó los 3.000 millones de dólares, superando a Brasil y Estados Unidos.
Lejos han quedado las declaraciones de campaña de Milei, cuando afirmaba que no negociaría “con comunistas”. En la práctica, los empresarios chinos han sido grandes beneficiados por la apertura importadora, y el déficit comercial con China alcanzó niveles históricos, con un saldo negativo de 6.500 millones de dólares en los primeros nueve meses del año. “Milei es un topo de China. Toda la financiación del FMI y del Tesoro norteamericano termina siendo absorbida por China”, ironiza Vaca Narvaja, quien también destaca el creciente gasto en plataformas comerciales chinas como Temu y Shein.
Este virage en la postura del mandatario no respondió a un cambio ideológico, sino a una apremiante necesidad económica: renovar el swap cambiario iniciado en 2009, posponiendo pagos por unos 5.000 millones de dólares. “Me sorprendí gratamente con China. Es un socio comercial muy interesante porque ellos no exigen nada”, declaró Milei en su momento. Ante rumores sobre una posible cancelación del swap impulsada por Estados Unidos, Bessent negó que fuera una condición para el gobierno argentino y aclaró que su atención estaba puesta en “puertos, bases militares y centros de observación».
