El frente opositor Fuerza Patria se impuso por una amplia diferencia de más de trece puntos en la provincia clave, en una elección que el oficialismo había convertido en un plebiscito nacional sobre su gestión. La derrota expone la profunda crisis económica y los escándalos de corrupción que envuelven al Presidente.
El peronismo demostró su vigor y capacidad de unidad al cosechar una victoria indiscutible en el distrito más poblado e importante de la Argentina, la provincia de Buenos Aires. La fuerza opositora Fuerza Patria, encabezada por el gobierno de Axel Kicillof, se alzó con un triunfo contundente, superando por más de trece puntos a La Libertad Avanza, el espacio del presidente Javier Milei.
El resultado, con el 97,85% de las mesas escrutadas, otorga al espacio peronista un rotundo 47,28% de los votos, frente a un 33,71% obtenido por el oficialismo. La paliza electoral se materializó en el mapa político, teñido de celeste en seis de las ocho secciones electorales, dejando al descubierto la vasta cantidad de pintura violeta que el libertarismo no logró utilizar.
Esta elección, que el propio Milei había nacionalizado y polarizado en una pulseada contra el kirchnerismo, terminó por convertirse en un severo revés para su administración. La estrategia no solo puso en jaque las perspectivas de su partido de cara a los comicios nacionales de octubre, sino que también introduce una profunda incertidumbre sobre la gobernabilidad de los dos años restantes de su mandato. A la debacle en las urnas se le suma el combo letal de una crisis económica que castiga el bolsillo de los argentinos y el estallido del escándalo por las coimas en la Agencia Nacional de Discapacidad, donde está señalada su hermana, Karina Milei.
Desde su cuenta de Twitter, la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner no dejó pasar la oportunidad y lanzó un dardo envenenado: «Señalar con el dedo y estigmatizar a los discapacitados, mientras tu hermana cobra el 3 por ciento de coima de sus medicamentos, es letal». Más tarde, en un mensaje grabado, agradeció al pueblo bonaerense «que decidió ponerle límite a un Presidente que no parece entender que debe gobernar para todos».
Por su parte, el gobernador reelecto, Axel Kicillof, justificó el triunfo en la unidad alcanzada, un logro que atribuyó a «la generosidad» de Sergio Massa y de la propia CFK, a quien definió como «injustamente condenada». Desde el escenario en La Plata, Kicillof enfatizó que la cosecha de votos evidencia que «hay otro camino y comenzamos a recorrerlo», una frase que resonó con fuerza y que muchos interpretaron como el primer guiño de una potencial candidatura presidencial.
La arquitectura de una victoria
El holgado triunfo peronista fue el corolario de una construcción política compleja, que logró superar internas y fragilidades para presentar un frente unido. El modelo de gestión bonaerense, con un Estado presente dirigido a la contención de los más necesitados y a la garantía de servicios esenciales como la educación y la salud, se erigió como el pilar central de la campaña, oponiéndose frontalmente al ajuste liberal propuesto por Milei.
Un factor que los estrategas libertarios subestimaron fue el impacto movilizador que generó la persecución judicial y la prisión domiciliaria de Cristina Kirchner. Lejos de desmoronar al movimiento, la proscripción de su líder le otorgó un plus de energía a la militancia, que encontró en las urnas una forma de respuesta contundente.
El naufragio oficialista
Para el oficialismo, la derrota es amarga y de difícil digestión. Las últimas dos semanas de campaña se vieron opacadas por la eclosión del escándalo de corrupción en la ANDIS, un dato que las encuestas ya reflejaban con una brecha en aumento, información que el peronismo optó por no difundir para no relajar la presión.
Milei, en un escueto reconocimiento, admitió la derrota: «Sin duda en el plano político tuvimos una clara derrota. Tenemos que aceptar los resultados». Sin embargo, en un giro temerario, ratificó que redoblará la apuesta con su modelo económico, argumentando que los votos obtenidos por el peronismo representan su «techo», mientras que los suyos son un «piso» para octubre. Una autocrítica que no mencionó despidos ni señaló responsables directos, particularly a su hermana Karina y a Lule Menem, arquitectos de la fallida estrategia de las «candidaturas puras» y ahora también centrales en el escándalo de las coimas.
El mensaje del tercero
En un discreto tercer puesto, la alianza Somos Buenos Aires, expresión local de Provincias Unidas, obtuvo un 5,25% de los votos. Los gobernadores de este espacio, lejos del tono confrontativo del oficialismo, se apresuraron a felicitar a Kicillof mediante las redes sociales, un gesto de cortesía democrática que marcó distancia con la actitud del Presidente.
La felicidad peronista, pues, viene acompañada del enorme desafío de administrar una victoria que, aunque provincial, es monumental en su significado político. El camino hacia octubre está abierto, pero requiere afianzar la frágil unidad que los llevó al triunfo. Para el gobierno, en cambio, la pregunta que flota en el aire es cómo gestionará una derrota que amenaza con resquebrajar aún más su ya debilitado poder.