El expresidente retoma protagonismo para apuntalar al Gobierno, pero la relación se tensa por disputas de poder y la fidelidad a las banderas libertarias. Gobernadores y fuerzas políticas aliadas observan con cautela el futuro de la coalición.
La reaparición pública de Mauricio Macri, tras un prolongado silencio, marcó un punto de inflexión en el escenario político actual. Su respaldo explícito al presidente Javier Milei buscaba consolidar una alianza estratégica, pero en los pasillos de la Casa Rosada se respira un clima de recelo. La integración del espacio que lidera el expresidente en una coalición más amplia, representada por el color violeta, no logra ocultar las tensiones subyacentes.
El líder del PRO aceptó subordinar su identidad partidaria para evitar un aislamiento político en medio de una creciente polarización que enfrenta al oficialismo libertario con el peronismo. Sin embargo, este movimiento táctico genera escepticismo entre los seguidores de La Libertad Avanza, quienes temen una dilución de sus principios fundacionales. Milei, por su parte, se muestra reacio a conceder cuotas de poder significativas a su nuevo aliado, intentando preservar la esencia de su movimiento.
El objetivo central de Macri parece trascender el mero apoyo declarativo. Su estrategia se orienta a erigirse como el articulador de una liga de gobernadores y fuerzas políticas afines, un bloque indispensable para el Gobierno. La aprobación de leyes críticas, como el Presupuesto nacional y las reformas laboral y tributaria, depende de la construcción de mayorías en un Congreso que, se anticipa, mantendrá su composición adversa incluso después de los comicios del domingo.
En este complejo tablero, la figura de los gobernadores aliados y el interbloque Provincias Unidas emerge como un elemento clave. Su posicionamiento podría inclinar la balanza en el Legislativo, actuando como un puente inestable entre dos visiones que aún no logran una sintonía fina. La gobernabilidad del presidente Milei en el próximo período parece depender de esta frágil concertación, donde las lealtades son provisionales y cada gesto de acercamiento viene acompañado de una medida de desconfianza.
El desafío para el oficialismo es doble: negociar con socios que imponen sus condiciones sin alienar a su base de apoyo, que observa con preocupación cualquier concesión que pueda interpretarse como una traída a sus promesas de cambio. El plan de Macri para sostener a Milei, aunque vital en lo inmediato, alimenta así la desconfianza en el corazón del poder ejecutivo, planteando un interrogante sobre la sostenibilidad de esta alianza de circunstancias.