La Ministra de Seguridad atribuye a los movimientos feministas la responsabilidad por los femicidios, desatando una ola de repudio en un contexto de creciente violencia de género. Desde el ámbito académico y activista, se alerta sobre el discurso oficial que justifica la agresión machista.
La Ministra Patricia Bullrich ha atravesado un nuevo umbral en la degradación del debate público, al sostener que el movimiento feminista es el responsable de los femicidios que azotan a la sociedad. Esta afirmación, pronunciada sin vacilación alguna, parece emerger de una concepción autoritaria que interpreta el reclamo de derechos como una provocación hacia la violencia.
Dichas declaraciones equiparan implícitamente a la Ministra con la lógica de los agresores, quienes buscan legitimar su dominio sobre la vida y los cuerpos de las mujeres. Lejos de asumir su papel como garante de la seguridad, Bullrich elige regodearse en el poder patriarcal, reflejando una identificación inquietante con las estructuras que perpetúan la opresión.
Resulta inadmisible desde cualquier perspectiva ética sugerir que quienes se alzan contra la injusticia son corresponsables de la retaliación mortal que sufren. ¿Bajo qué marco distorsionado se puede culpar a las víctimas por intentar frenar el maltrato? La pregunta queda flotando, sin respuesta, en un clima enrarecido por la impunidad discursiva.
La Ministra no solo ha eludido su función institucional, sino que se ha erigido en justificadora de la depredación masculina, ignorando incluso la terminología jurídica que tipifica estos crímenes como femicidios. Sus palabras, lejos de ser inocuas, operan como un permiso social para la agresión, en sintonía con la retórica de odio que emana del gobierno nacional y sus asesores, empeñados en denostar décadas de luchas emancipatorias.
Frente a este panorama, distintos sectores sociales alzan la voz para responsabilizar a Bullrich por la potencial replicación de la violencia. Su narrativa no es un hecho aislado, sino parte de una estrategia destinada a revertir los avances en materia de derechos de las mujeres y disidencias.
Aunque el camino hacia la igualdad dista de estar completo, especialmente en un contexto de retrocesos sistemáticos, la resistencia frente a estos discursos se mantendrá firme. Como señaló la pensadora Hanna Arendt, el mal también puede agotarse, y con él, quienes insisten en obstaculizar la plena libertad.
El verdadero adversario, se recuerda, es el patriarcado y sus formas de subordinación, que no se reducen a un género específico. Nada más triste, sin embargo, que verlo encarnado en una mujer que, desde el poder, defiende su propia servidumbre.