La Inflación Acecha la Campaña de Milei: Un Fantasma que Regresa en un Contexto de Enfriamiento

La Inflación Acecha la Campaña de Milei: Un Fantasma que Regresa en un Contexto de Enfriamiento

Mientras el Presidente insiste en que su mandato es domar los precios, los indicadores de septiembre amenazan con un rebrote. La tensión cambiaria y la incertidumbre política avivan presiones alcistas, desafiando las teorías económicas oficiales y exponiendo la fragilidad del consumo.

La ya complicada travesía electoral del presidente Javier Milei enfrenta un nuevo y formidable adversario, surgido del frente que el propio mandatario define como su principal responsabilidad: la batalla contra la inflación. Lejos de ceder, los pronósticos más pesimistas anticipan para el Índice de Precios al Consumidor de septiembre una cifra que se aproximaría peligrosamente al 3%, erosionando el discurso oficial de control.

Este recalentamiento no es un hecho aislado. Las últimas semanas han estado marcadas por una acumulación de presiones alcistas, en un clima enrarecido por la turbulencia financiera y la incertidumbre política que genera la proximidad de los comicios. Lo más alarmante es que entre los analistas resurge con fuerza el concepto del «contagio a precios», un fenómeno por el cual la inestabilidad de variables clave, como el tipo de cambio y las tasas de interés, se traslada directamente a la góndola.

En este escenario, la expectativa de un posible viraje en la política económica tras las elecciones estaría incentivando los clásicos aumentos preventivos por parte de las empresas. El sector automotor, con un alto componente de costos importados, ya dio el ejemplo la semana pasada con ajustes promedio del 6%. Sin embargo, la señal más preocupante provino del rubo de alimentos y bebidas, tradicionalmente el más sensible para el bolsillo de la ciudadanía. Consultoras especializadas registraron incrementos que, según los relevamientos, oscilaron entre un 2,3% y un abultado 2,9%.

La paradoja de esta situación es que, a diferencia de otros períodos inflacionarios, no existe ahora una «huida al consumo» que justifique la suba. Por el contrario, los indicadores reflejan un marcado enfriamiento de la actividad. Las ventas en pequeñas empresas registran caídas interanuales consecutivas desde mayo, y mediciones privadas confirman un deterioro sostenido, particularmente severo en comercios de cercanía como kioskos, almacenes y autoservicios independientes. Las estadísticas provinciales, como las de Córdoba, hablan de un desplome real del consumo que alcanzó el 10% interanual en agosto, con señales de que septiembre no traería alivio.

La teoría oficial puesta a prueba

Para el Gobierno, se configura la peor conjunción posible: precios que escalan en un contexto donde los consumidores, con una confianza hundida, reducen sus compras y adoptan una actitud defensiva. Esta realidad desafía abiertamente el «principio de imputación de Menger», un postulado de la escuela económica austriaca que el presidente Milei suele esgrimir. Según esta teoría, en un mercado libre, los precios están determinados por la valoración subjetiva de los consumidores, y no por los costos, por lo que la falta de demanda debería forzar una baja de precios hasta encontrar un nivel de aceptación.

La persistencia de la presión alcista en un mar de indicadores en rojo genera un intenso debate entre los economistas. Para algunos, lo que ocurre demuestra que la tesis oficial es incorrecta. Para otros, el hecho de que los precios no hayan subido aún más en medio de la tormenta cambiaria es, precisamente, una prueba de que el mecanismo descrito por Menger actúa como un freno.

Frente a esta disyuntiva teórica, el ministro de Economía, Toto Caputo, parece moverse en un doble carril. En público, aplaude los discursos del presidente donde se niega cualquier relación directa entre el dólar y los precios internos. En privado, y de manera pragmática, su equipo mantiene un estrecho diálogo –cuando no una presión directa– con las grandes empresas de alimentos y cadenas de supermercados ante cada sobresalto cambiario, una estrategia que el propio ministerio celebró como exitosa tras lograr contener los índices durante el primer semestre.

El factor cambiario: la herida que no cierra

El mes de septiembre fue un recordatorio crudo de la vulnerabilidad del frente cambiario. La divisa estadounidense se disparó un 9% hasta estrellarse contra el techo de la banda de flotación, forzando al Banco Central a una venta masiva de reservas que no logró calmar los ánimos. La posterior intervención del Tesoro, utilizando dólares de las exportaciones agropecuarias, logró una tregua fugaz, pero la moneda se mantiene en un «sub techo móvil» que mantiene en vilo al mercado. En este contexto, el fantasma del contagio a precios se vuelve más tangible que nunca, amenazando con empañar no solo los índices económicos, sino también el mensaje central de una campaña presidencial que se juega su destino en la promesa de una estabilidad que, por ahora, se muestra esquiva.

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