El conjunto de Río, que realizó la inversión más cuantiosa de su historia, se mide a Racing en el Maracaná. Aunque domina el juego, su fragilidad defensiva tras perder la posesión y su historial negativo ante equipos argentinos ensombrecen su favoritismo.
El camino de Flamengo hacia la ansiada cuarta corona de la Copa Libertadores se topa con un escollo de altura: su propia contradicción. El club carioca, que ha desplegado un poderío financiero sin precedentes para armar una plantilla estelar, evidencia en la cancha vulnerabilidades tácticas que podrían frustrar su sueño. Este miércoles, en la mítica cancha del Maracaná, deberá comenzar a superar ese dilema ante un Racing que llega con argumentos sólidos y sin complejos.
La inversión millonaria es el pilar sobre el que se construyen las aspiraciones del equipo. Con una nómina valorada en casi doscientos millones de euros, el club no ha escatimado en recursos, culminando este proceso con la adquisición total del pase de Samuel Lino, un desembolso récord que eleva la inversión total a más de cuarenta y nueve millones de dólares este año. Bajo la dirección técnica de Filipe Luis, el equipo ha consolidado un esquema de juego que privilegia la posesión del balón y una presión ofensiva constante, respaldado por un mediocampo de lujo con nombres como el campeón europeo Jorginho y el experimentado Erick Pulgar.
Sin embargo, esta identidad ofensiva esgrime un filo peligroso. La tendencia a desequilibrarse cuando pierde el balón se ha convertido en su talón de Aquiles. El equipo inicia los partidos con una intensidad arrolladora, como demostró ante Palmeiras, donde logró una ventaja de 3-1, pero sufre notablemente para gestionar los momentos sin el dominio del esférico. Ese mismo partido terminó con el cuadro carioca “pidiendo la hora”, al borde de permitir el empate.
Esta fragilidad fue aún más evidente en la serie ante Estudiantes. Tras un primer tiempo magistral y dos goles de ventaja, Flamengo se vio desbordado en la segunda parte, incluso con un jugador más en el campo rival. La vuelta en La Plata fue un calvario; solo la actuación heroica del guardameta Agustín Rossi en la tanda de penales evitó la eliminación, luego de un agónico 1-0 en contra.
La confrontación con clubes argentinos, precisamente, pinta un panorama preocupante. Los cinco goles que Flamengo ha recibido en esta edición de la Libertadores fueron obra de conjuntos de ese país. Central Córdoba, en particular, se erigió como su bestia negra en la fase de grupos, consiguiendo una victoria histórica en el propio Maracaná y estuvo a un paso de dejarlo fuera de la competencia.
En este contexto, Racing aparece no solo como un rival, sino como una amenaza creíble. Gustavo Costas, su director técnico, ha sabido inocular en su grupo una confianza inquebrantable, resumida en su retórica pregunta: “¿Cómo vamos a tener miedo?”. Esa seguridad se nutre de la experiencia de su plantel y de la palpable debilidad que Flamengo ha exhibido ante equipos de su estilo.
A pesar de las sombras, una luz de esperanza surge con la probable recuperación del defensor Léo Ortiz, quien sufrió un fuerte golpe en el tobillo pero cuyo diagnóstico descartó una lesión de gravedad. Se espera que su presencia en la zaga sea crucial para intentar solidificar una defensa que, paradójicamente, es la menos goleada del campeonato brasileño.
El Maracaná será testigo de un duelo donde la opulencia de un proyecto chocará con la realidad de sus imperfecciones. Flamengo, con sus estrellas y sus millones, busca torcer un destino que, hasta ahora, lo ha hecho sufrir. Racing, por su parte, confía en explotar esas grietas para dar el golpe.