Mientras bares de Palermo lanzan menús a precios desesperados para atraer clientes, los indicadores oficiales revelan el avance de la morosidad y el desplome industrial. La intervención cambiaria de Estados Unidos actúa como único dique de contención ante una crisis que se profundiza.
En el corazón turístico de la Capital Federal, un restaurante de Palermo publicita un menú completo a un precio que delata la emergencia: dieciocho mil pesos por un plato principal, bebida, postre y café. La oferta, concebida como un salvavidas comercial, contrasta con las expectativas que tenían los vecinos de esa comuna, donde el Presidente Javier Milei cosechó una adhesión masiva durante el balotaje de 2023. Veintidós meses después, la realidad económica que enfrenta el país en las elecciones de medio término dista enormemente de las promesas oficialistas, infiltrándose incluso en los establecimientos más exclusivos de la ciudad, obligados a recurrir a descuentos drásticos para sostener su actividad.
Esta semana, el Banco Central dio a conocer dos indicadores que colisionan frontalmente con el discurso oficial que asegura que todo se desarrolla según lo planeado. Por un lado, la morosidad de las familias aumentó en agosto por décimo mes consecutivo, alcanzando un nivel sin precedentes desde que se lleva registro. El porcentaje de créditos vencidos llegó al 6.6%, marcando un incremento de 0.9 puntos respecto al mes anterior y estableciendo un máximo histórico en la serie estadística iniciada en 2010.
La explosión en la incapacidad de pago de los hogares es el resultado combinado de la abrupta caída de los ingresos reales y el aumento descomunal de las tasas de interés. Solo en agosto, la tasa nominal anual para préstamos personales escaló hasta el 74%, una cifra que más que duplica la inflación proyectada y supera ampliamente cualquier posible recuperación de salarios y haberes jubilatorios. La gravedad de la situación se mantiene intacta en octubre, extendiéndose también a las empresas, para las cuales el costo de financiamiento mediante adelantos en cuenta corriente se disparó a un 190% anual, otro récord absoluto en la historia de dicha medición.
Estos números reflejan una crisis de magnitud creciente, que desmiente la supuesta «recuperación en V» que el actual mandatario pregonaba antes de asumir la primera magistratura.
Sin embargo, el hecho que supera toda marca histórica en la economía nacional es la subordinación de la política cambiaria al gobierno de los Estados Unidos. La intervención directa del Tesoro norteamericano en el mercado local del dólar constituye un evento inédito, que no se registró bajo gestión presidencial alguna. De no haber sido por el rescate financiero dispuesto por la administración de Donald Trump, la ciudadanía habría concurrido a las urnas este domingo enfrentando una devaluación de proporciones históricas, similar al salto del 118% que marcó el inicio de la gestión libertaria.
En otras palabras, a menos de dos años del caos cambiario que dio inicio al plan de Milei y su ministro de Economía, Luis Caputo, la estabilidad de la moneda se encuentra igualmente comprometida y depende por completo del soporte vital que provee Washington, el cual avanza en la confección de una lista de demandas para cobrarse el apoyo brindado. Se trata de la primera ocasión en que esta potencia ejecuta una intervención de tal naturaleza en un país sudamericano, bajo condiciones muy diferentes a los acuerdos establecidos en el pasado con Japón, Alemania o la Unión Europea.
El devenir del tipo de cambio a partir del lunes dependerá estrechamente del veredicto electoral y de la nueva configuración política que surja de los comicios, y, en función de ello, de la decisión que adopte Trump respecto a la Argentina. El mandatario estadounidense ya ha advertido que no piensa demorarse si los acontecimientos no se alinean con sus expectativas. Este escenario evoca el octubre de 2001, cuando la derrota oficialista en los comicios de medio término precipitó el retiro del apoyo internacional, acelerando la caída del gobierno de la Alianza.
Otro de los récords preocupantes que deja al descubierto el resultado de la política económica actual lo proporciona la industria metalúrgica. Este sector fundamental del aparato productivo nacional reporta que su nivel de actividad ha caído por debajo incluso de los registrados durante la etapa más crítica de la pandemia. Aunque las restricciones sanitarias sean historia, la crisis fabril es tan profunda que ha llevado a los empresarios del sector a lanzar un pedido de auxilio, advirtiendo que la desatención a la producción local impactará de lleno en los niveles de empleo. Durante septiembre, la actividad metalúrgica anotó una caída interanual del 5.2%, y su producción se sitúa un 18% por debajo de los máximos recientes y un 30% menor a los picos históricos. Lejos de encabezar rankings positivos, el gobierno se encuentra, una vez más, al frente de marcas negativas.
