En una noche de drama, lluvia y pura emoción en Córdoba, el equipo de Mendoza doblegó a River Plate en los penales y selló su pasaje a la final de la Copa Argentina, escribiendo una página gloriosa para su historia.
Bajo un cielo que descargó su furia sobre el estadio Mario Alberto Kempes, se escribió una de las páginas más memorables de la Copa Argentina. Independiente Rivadavia, el representante de Mendoza, alcanzó la final del certamen tras una victoria agónica y monumental frente al gigante River Plate. La igualdad en cero durante los noventa minutos, marcados por la impotencia «millonaria», desembocó en una definición desde los doce pasos que culminó con un 4-3 a favor del equipo dirigido, que ahora verá la gloria ante Argentinos Juniors.
El desarrollo del encuentro estuvo signado por un factor inesperado: una torrencial lluvia que, cerca del cierre de la primera etapa, forzó una interrupción que se extendió por casi cincuenta minutos. Una vez reanudadas las acciones bajo la atenta mirada del árbitro Andrés Gariano, la dinámica del partido no se alteró. River, fiel a su identidad, ejerció un dominio abrumatorio, monopolizando la posesión del esférico y generando una seguidilla de ocasiones de peligro. No obstante, se toparon con un muro infranqueable: la brillantez del guardameta Centurión y su propia falta de puntería frente a los palos.
El conjunto de Marcelo Gallardo vio cómo un zurdazo de Quintero estrellaba en el poste, mientras que otra intervención clave de Centurión, seguida de un rebote afortunado, le salvó al equipo mendocino en otra de las situaciones más claras. La segunda parte fue un calco de la primera; River avanzaba con insistencia, pero el gol se le resistía. La impotencia crecía en la tribuna con cada ocasión fallida, incluyendo un cabezazo de Galoppo que encontró el travesaño. Ya en los instantes finales, el mismo Centurión se erigió como héroe al desviar un remate que parecía imparable.
La tanda de penales se transformó en un drama de altísima tensión, con alternativas para ambos bandos. Sin embargo, en este duelo de nervios y precisión, fue Independiente Rivadavia quien mostró mayor temple. Con frialdad, Villa ejecutó el penal decisivo que consumó la proeza y desató el júbilo desbordado de todo un pueblo que vibra con su equipo.
Para River, esta eliminación significa una profunda herida, que se suma a su reciente despedida de la Copa Libertadores y profundiza la crisis de un equipo que aún no asegura su futuro internacional. Para Independiente Rivadavia, en cambio, es la consagración de un sueño histórico, una gesta que trasciende lo deportivo para grabarse con letras de oro en la memoria de cada uno de sus hinchas.
