El economista, alejado de la escena pública tras su renuncia por un financiamiento cuestionado, volvió a ser el centro de atención durante la jornada electoral. Nerviosismo, respuestas evasivas y un tenso ultimátum a los periodistas marcaron su breve paso por el lugar de votación.
En un esperado regreso a la luz pública, José Luis Espert vivió una mañana cargada de tensión durante su participación en los comicios de este domingo. El dirigente, quien hasta hace semanas encabezaba la lista de La Libertad Avanza en la provincia de Buenos Aires, fue interceptado de manera inmediata por un grupo de periodistas a las afueras del establecimiento educativo donde ejercía su derecho al voto.
Su reaparición constituyó su primer acto visible luego de que su nombre se viera opacado por una grave acusación. La revelación de que había percibido fondos de un empresario señalado por su presunta conexión con el narcotráfico forzó su alejamiento de la contienda electoral. Desde entonces, el silencio y la baja exposición habían caracterizado su accionar, hasta esta fría mañana de octubre.
Al arribar al colegio, la figura del economista se vio rápidamente rodeada de micrófonos y cámaras. La incomodidad fue palpable desde el primer instante. Con un gesto adusto y un volumen de voz apenas perceptible, sus declaraciones se limitaron a conceptos genéricos sobre el proceso democrático, eludiendo con destreza cualquier mención al expediente judicial que pesa sobre sus espaldas.
Incluso después de cumplir con su deber cívico, los medios insistieron en su abordaje, incrementando el visible nerviosismo del exaspirante legislativo. “Es un día muy bueno para la democracia. Cada vez que se vota se ratifica la democracia y es una excelente noticia”, expresó de manera mecánica, esquivando una vez más las preguntas directas sobre los allanamientos recientes vinculados a su causa.
La situación alcanzó su punto más álgido en la vereda del lugar. Acorralado y sin poder reunirse con sus acompañantes, Espert lanzó un enérgico ultimátum a la prensa congregada. “Respeto el trabajo de ustedes, respétenme a mí. Ya les dije que todo lo que tenía que decir, lo dije al principio y lo ratifiqué recién. Ya está, suficiente”, afirmó con notoria exasperación.
Su deseo de evadir a los cronistas lo llevó a deambular de manera apresurada dentro del edificio escolar, subiendo y bajando escaleras sin un destino claro, en un intento fallido por encontrar una salida discreta. En un breve interludio, llegó a afirmar: “Siempre me consideré un ciudadano común y normal que quería hacer un aporte a la política”.
Finalmente, tras lograr reunirse con su pareja, abandonó el establecimiento a paso veloz, dirigiéndose a un automóvil que partió del lugar con celeridad, poniendo fin a una reapparición pública tan breve como conflictiva.
