Una jornada de euforia financiera con alzas históricas contrasta con la presión cambiaria y los desafíos de reservas que enfrenta el Gobierno para honrar la deuda.
El sector financiero vivió este lunes una jornada de euforia sin precedentes, impulsada por el triunfo electoral del oficialismo libertario. La plaza local registró incrementos extraordinarios, superiores al veinte por ciento, en los valores de acciones, certificados de depósito y títulos de deuda pública. Este vigoroso repunte tuvo como principal catalizador un discurso del presidente Javier Milei, quien, al celebrar su victoria, extendió un llamado a la oposición para construir consensos que aseguren la gobernabilidad.
Sin embargo, este llamado al diálogo no logró contener la tensión en el mercado cambiario. La moneda estadounidense continuó reflejando el extendido consenso entre los operadores sobre un significativo retraso en su cotización, manteniendo una presión alcista que la celebración en las pantallas no pudo disipar.
Pese al clima de optimismo que reinó en los mercados, el Gobierno Nacional no logró capitalizar la situación para fortalecer sus menguadas reservas internacionales. La administración central sigue sin acumular fondos en el Banco Central, una meta crucial para afrontar compromisos impostergables. Estos incluyen pagos por alrededor de mil quinientos millones de dólares que vencen antes de fin de año con el Fondo Monetario Internacional y otros organismos crediticios, y, de manera más apremiante, los cuatro mil millones correspondientes a capital e intereses de los Bonares y Bonos Globales, con vencimiento el próximo 9 de enero.
La imperiosa necesidad de acumular reservas se erige como un pilar fundamental en los acuerdos establecidos tanto con el Tesoro de Estados Unidos, cuyas cláusulas específicas no se han divulgado, como con el Fondo Monetario Internacional. Esta prioridad ha sido expresada públicamente por altas autoridades, incluyendo a la titular del FMI, Kristalina Georgieva, y al secretario Scott Bessent. Asimismo, esta perspectiva es compartida unánimemente por informes de bancos, fondos de inversión y agencias económicas, que consideran el fortalecimiento de las reservas como la única garantía viable para cumplir con los servicios de la deuda pública y eludir una cesación de pagos a corto y mediano plazo.
La fuerte apreciación de los bonos más representativos de la deuda provocó un marcado descenso en los tipos de cambio financieros. No obstante, en el mercado oficial la divisa inició la jornada en un nivel mínimo, operó con un volumen reducido y concluyó con una demanda firme que elevó su cotización, mientras los contratos a futuro para los próximos meses se mantienen por encima de la banda de flotación establecida.
Este cierre de la jornada coincidió con un nuevo incremento en las tasas de interés en moneda local, en un contexto donde el Banco Central mantiene requisitos de encaje muy elevados, lo que inmoviliza una porción significativa de los depósitos bancarios y restringe la liquidez general de la economía. La tasa de caución a un día alcanzó niveles excepcionalmente altos, demostrando que, incluso con rendimientos nominales muy elevados en pesos, el mercado se resiste a desprenderse de dólares debido a la firme expectativa de una devaluación. Esta percepción es alimentada por análisis de diversas consultoras, incluyendo JP Morgan, que proyecta para la divisa un valor muy superior al actual.
En este escenario de costos financieros elevados y sostenida presión sobre el dólar, la Secretaría de Finanzas convocó a una licitación para renovar deuda en pesos. Si bien el resultado electoral podría facilitar esta operación, en la última convocatoria el equipo económico no aceptó las tasas que demandaba el mercado, las cuales se sitúan apenas por encima de las vigentes.
La conclusión es clara: el mercado celebró con intensidad el triunfo del oficialismo, pero al mismo tiempo emitió una advertencia contundente. Las exigencias de fondo permanecen, y esta vez no habrá luna de miel ni período de gracia. La amenaza de un ajuste desordenado sigue latente si no se concreta una corrección ordenada y creíble de los desequilibrios macroeconómicos.

 
             
                                         
                                        