Informes de inteligencia revelan los nuevos métodos del Comando Vermelho y el Primeiro Comando da Capital, que incluyen drones con explosivos y el control de servicios públicos. Aunque su influencia directa en el país es aún limitada, la advertencia apunta a la vulnerabilidad de la Hidrovía Paraguay-Paraná y a la creciente infiltración en fuerzas de seguridad.
Un minucioso análisis de inteligencia, elaborado a raíz de los graves incidentes en Río de Janeiro, proyecta una sombra de preocupación sobre la región. Los documentos, confeccionados por oficiales de Gendarmería y la SIDE, trazan un panorama de dos gigantes del crimen organizado en plena evolución: el Comando Vermelho (CV) y el Primeiro Comando da Capital (PCC). Si bien se concluye que su influencia en territorio argentino no es significativa por el momento, el diagnóstico subraya su imparable expansión y la adopción de tácticas cada vez más complejas.
La operatoria del CV en Río dejó al descubierto innovaciones alarmantes. La organización desplegó por primera vez drones cargados con explosivos, implementó el uso de autobuses para bloquear vías y movilizó su propia flota de transporte, la aplicación Rotax Mobilidade, presuntamente de su propiedad. Un dato crucial es el origen del armamento: en su mayoría, son armas de fabricación norteamericana que, tras ingresar legalmente a Paraguay, son contrabandeadas hacia Brasil, desplazando a proveedores anteriores que operaban desde Europa del Este.
El perfil de cada facción narco presenta diferencias estratégicas notables. El Comando Vermelho mantiene su base de poder en las favelas, donde ejerce un control casi total sobre servicios esenciales como la electricidad, el gas e internet. Su expansión se ha dirigido hacia el interior de Brasil, diversificándose hacia la explotación ilegal de oro en la Amazonia, el llamado «narco-garimpo». Aunque su estructura es menos piramidal y concede autonomía a sus células regionales, se jacta de contar con decenas de miles de miembros.
Por su parte, el Primeiro Comando da Capital emerge como una entidad más jerárquica y con una proyección internacional más marcada. Su foco principal es la logística del narcotráfico hacia Europa, utilizando puertos claves como el de Montevideo. Cuando enfrenta obstáculos en las costas brasileñas, activa su operativa en la Hidrovía Paraguay-Paraná, una ruta fluvial que se ha revelado como un punto crítico de vulnerabilidad. El caso del buque «Ceci», interceptado en San Lorenzo con 470 kilos de cocaína que aparentemente fueron cargados cerca de la capital uruguaya, es una prueba elocuente de esta modalidad.
Los informes realizan una advertencia expresa sobre la infiltración en las fuerzas de seguridad. El reciente arresto de un militar de la Marina brasileña, Rian Mauricio Tavares Mota, quien operaba un taller para adaptar drones con granadas destinados al CV, ilustra el nivel de penetración alcanzado por estas organizaciones.
Frente a este escenario, la principal recomendación de los analistas es fortalecer y agilizar el Comando Tripartito entre Argentina, Paraguay y Brasil, mejorando el intercambio de información de manera efectiva. Sin embargo, se relativiza la posibilidad de una «avalancha» de narcos brasileños ingresando al país, desmarcándose así de versiones alarmistas que circularon en ábitos gubernamentales.
El mayor riesgo a corto plazo para la Argentina no sería el CV, anclado en su territorio, sino el PCC, por su naturaleza transnacional y su capacidad para explotar nodos logísticos como el puerto de Montevideo y la Hidrovía. La combinación de métodos sofisticados, control territorial y corrupción estatal pinta un cuadro desafiante para la seguridad regional, donde la cooperación internacional se erige como la herramienta más vital para contener una amenaza que no reconoce fronteras.
