Karen Reichardt, figura de La Libertad Avanza en Buenos Aires, genera controversia al tildar al kirchnerismo de “enfermedad mental” y evidencia con sus declaraciones un patrón de agresividad y descalificación que parece reflejar el tono del espacio oficialista.
La candidata a diputada por la provincia de Buenos Aires, Karen Reichardt, integrante de La Libertad Avanza, vuelve a situarse en el centro de la escena pública no por sus propuestas legislativas, sino a causa de la virulencia de sus expresiones. En una reciente intervención radial, la aspirante a legisladora describió al kirchnerismo como “una enfermedad mental”, desatando una ola de críticas y cuestionamientos por la naturaleza estigmatizante de sus palabras.
Durante la entrevista, Reichardt expuso su visión sobre el electorado bonaerense, señalando que en los próximos comicios será crucial captar el voto de quienes no acudieron a las urnas y de los simpatizantes del PRO. Sin embargo, fue su caracterización del adversario político lo que causó conmoción. “El otro es de verdad una enfermedad mental. Las personas que no tienen capacidad de ver otra mirada. No es que piensan distinto, es un tema cultural, lo tienen adentro”, afirmó.
Ante la perplejidad de los conductores, la candidata intentó matizar su comentario, aunque sin retractarse. Aseguró que no se refería a “enfermos mentales”, sino a “una enfermedad mental”, y lo justificó como una forma de expresar la dificultad para modificar ciertas convicciones profundas. “Es una manera de decir cuando tenés un chip en la cabeza difícil de cambiar”, explicó en un razonamiento que resultó tan contradictorio como desconcertante.
Lejos de moderar su postura, Reichardt reafirmó sus dichos y los complementó con expresiones similares, insistiendo en que se trata de una cuestión cultural internalizada. Esta no es la primera vez que la exactriz se ve envuelta en una polémica por sus declaraciones. Por el contrario, su trayectoria pública aparece marcada por un historial de mensajes agresivos, descalificatorios y abiertamente discriminatorios.
En sus redes sociales, especialmente en la plataforma X, anteriormente Twitter, Reichardt ha dejado un rastro de publicaciones racistas, clasistas y homofóbicas, difundidas entre 2015 y 2018. Aunque muchos de esos contenidos fueron eliminados, permanecen en archivos y capturas que documentan el tono de sus intervenciones. En ellas, la candidata se refirió a determinados grupos sociales con epítetos despectivos y utilizó el llamado “humor negro” como excusa para justificar sus ofensas.
Tampoco dudó en dirigir insultos hacia figuras públicas como el futbolista Lionel Messi, a quien calificó con términos soeces, ni en realizar generalizaciones ofensivas sobre la comunidad homosexual. Ya en 2024, en el marco de su militancia activa junto a Javier Milei, publicó un mensaje de claro tinte homofóbico, afirmando conocer “sus cabezas” y sosteniendo que, en el fondo, “te odian si sos linda”.
Este episodio no constituye un hecho aislado, sino que se inscribe en una lógica discursiva que parece haberse instalado en el espacio libertario. La provocación, el desprecio y la violencia verbal se han convertido en componentes recurrentes de su estrategia comunicacional. El estilo estridente y confrontativo de Reichardt no difiere del que suele emplear el propio presidente Javier Milei contra la oposición, los sindicatos o el periodismo.
La repetición de este tipo de expresiones por parte de referentes del oficialismo no solo contribuye a un clima de creciente intolerancia, sino que también normaliza la violencia simbólica como instrumento de lucha política. En este contexto, el caso de Karen Reichardt opera como un reflejo elocuente de un discurso que, desde las altas esferas del poder, se expande y legitima en el espacio público.
