El entrenador del Millonario cargó con la responsabilidad por la derrota ante Independiente Rivadavia y se mostró contrariado, en un cierre de año que quedará marcado por las frustraciones.
El estadio Mario Alberto Kempes de Córdoba fue el escenario de una nueva y amarga decepción para River Plate. Bajo la atenta mirada de Marcelo Gallardo, cuyo rostro mostraba una severa desaprobación desde el inicio del encuentro, el equipo millonario no pudo superar a Independiente Rivadavia en las semifinales de la Copa Argentina y concluyó su participación en la competencia mediante la definición por penales.
Una vez finalizado el partido, el responsable técnico no buscó atenuantes. Con visible frustración, Gallardo se presentó en la sala de prensa y cargó con todo el peso del revés sobre sus espaldas. “La responsabilidad es mía. No queda otra que aceptar, abrazar este momento de mierda porque hay que hacerse cargo”, declaró con amarga franqueza. Su diagnóstico fue contundente y no admitió medias tintas: “No estuvimos a la altura”, reconoció, sellando una jornada negra para la institución.
El episodio en la cancha ya había dejado entrever la profunda contrariedad que embargaba al estratega. Durante el desarrollo del partido, la tensión lo llevó a un fuerte intercambio de palabras con Juan Fernando Quintero, uno de sus futbolistas más emblemáticos. La explosión del Muñeco se produjo tras una jugada ofensiva malograda, evidenciando el malestar general que reinaba en el banquillo. Este altercado no hizo más que reflejar la descomposición colectiva de un equipo que atraviesa un cierre de año para el olvido.
La conferencia de prensa se transformó en un espacio de introspección y duras reflexiones. Gallardo, con un tono que mezclaba el enojo y la resignación, no solo se refirió al presente inmediato, sino que también lanzó una inquietante sombra sobre su porvenir. El entrenador puso seriamente en duda su continuidad al frente del equipo para la próxima temporada, insinuando que este ciclo de frustraciones podría tener un punto de inflexión.
La derrota no es solo la eliminación de una copa, sino el síntoma de una crisis más profunda que amenaza con llevarse puesto al mismísimo hombre que forjó una era de gloria en el club. El futuro de Gallardo se ha convertido, de repente, en la incógnita principal que sobrevuela un River Plate sumido en la incertidumbre.
