La sobreactuación judicial, la fractura diplomática y el colapso de servicios básicos exponen una Argentina sumida en la inestabilidad. Mientras la Justicia criminaliza protestas, el Gobierno profundiza su aislamiento internacional y el pueblo sufre las consecuencias.
La Justicia como Instrumento de Persecución
El reciente fallo de la jueza Sandra Arroyo Salgado contra militantes acusados de un escrache al diputado José Luis Espert ha encendido las alarmas sobre el uso político del sistema judicial. Los detenidos, vinculados a una protesta que incluyó un pasacalle y excremento de caballo frente al domicilio del legislador, fueron imputados bajo la grave figura de «pertenencia a una organización que impone ideas por la fuerza», equiparándolos a grupos terroristas. Sin embargo, no existen pruebas concretas que los inculpen.
La medida, impulsada por Espert —cuyo pasado incluye vínculos con el narcotraficante Fred Machado, financiador de sus campañas— y avalada por la ministra Patricia Bullrich, refleja un preocupante endurecimiento represivo. Mientras estos activistas permanecen en prisión sin condena, casos como el del gendarme que hirió de gravedad al fotógrafo Pablo Grillo o la liberación del cura abusador Justo José Ilarraz evidencian una justicia selectiva y arbitraria.
El Aislamiento Diplomático
La visita del presidente brasileño Lula da Silva a la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner, en lugar de al mandatario Javier Milei, marcó un nuevo capítulo en la fractura regional. Brasil, principal socio comercial de Argentina, optó por ignorar al Gobierno actual, profundizando una crisis diplomática que ya había escalado con el rechazo argentino a los BRICS, una decisión alineada con Washington pero que debilitó la posición sudamericana.
Milei, en su afán ideológico, ha enfrentado a China y Brasil, aliándose exclusivamente con Estados Unidos e Israel. Esta estrategia, lejos de beneficiar al país, ha agravado el aislamiento económico en un momento crítico.
El Colapso de los Servicios y la Obra Pública
La ola polar dejó al descubierto el desmantelamiento de las políticas energéticas. Ciudades como Mar del Plata y Buenos Aires sufrieron cortes masivos de gas y electricidad, mientras las tarifas aumentaron hasta un 1500%, quintuplicando la inflación. La paralización de obras clave, como los gasoductos de Vaca Muerta, agravó la crisis, dejando a miles sin calefacción en pleno invierno.
Los gobiernos locales, aliados al oficialismo, no escaparon al descontento. El intendente de Mar del Plata, Guillermo Montenegro, enfocó su gestión en campañas contra «trapitos» y personas en situación de calle, en lugar de resolver problemas estructurales.
Ausentismo y Desencanto Electoral
Las elecciones provinciales confirmaron el malestar social: un 50% de abstencionismo revela la desconfianza hacia la clase política. Aunque el oficialismo logró victorias ajustadas, la suma de votos opositores en distritos como Santa Fe superó ampliamente sus resultados. En Buenos Aires, la provincia más castigada por los recortes, el panorama es aún más oscuro, con obras abandonadas y emergencias sin respuesta.
Conclusión: Un Futuro en Peligro
La combinación de persecución judicial, aislamiento internacional y colapso económico-social pinta un escenario desolador. La sociedad, fragmentada y golpeada por medidas arbitrarias, aún no dimensiona la profundidad de la crisis. Sin dólares, con infraestructura en ruinas y una dirigencia ensimismada, Argentina parece avanzar hacia un abismo del que será difícil salir.